Made in…¿Eso importa?
Es un hecho que países asiáticos como Bangladesh, Vietnam, India y China, entre otros, son conocidos por albergar la deslocalización de la moda y ser el punto de origen, productivamente hablando, de varias marcas de fast-fashion.
Vogue México se refiere al término deslocalización de la producción como aquella “estrategia de trasladar la producción a países donde las condiciones permitan disminuir los costos productivos, aquellos donde tanto los insumos como los salarios de los trabajadores sean del menor valor posible, para así lograr una mayor ganancia”.
El concepto de moda local aparece para hacer frente a la moda de consumo rápido, aquella que rota tan rápidamente que solo alcanza a estar 14 días en la vitrina principal. Por lo general, esta moda rápida es contraria a la moda local precisamente porque se basa en la deslocalización de su producción.
Un circuito acotado
Entonces, cuando hablamos de moda local nos referimos a aquellas prendas que se venden en el mismo país donde se confeccionan. Se podría ampliar un poco el circuito considerando que en Chile, por ejemplo, la industria textil no goza de una predominancia y por lo tanto podría ser relevante conseguir algunos insumos o materia prima en otros países de Latinoamérica.
En este punto hay quienes hablan también de moda lenta o slow fashion, término acuñado por la británica Kate Fletcher, pero en la práctica son cosas diferentes.
Lo “local” hace referencia a un circuito acotado entre la producción y la venta al consumidor final en términos de distancia geográfica. A esto se suman otras implicancias que ya mencionaré.
El foco en la calidad
El movimiento slow fashion en cambio, es un enfoque que permite abordar y entender la moda desde la sostenibilidad:
“Es la manera de pensar, hacer y consumir la moda de manera consciente e intencionada, fomentando el cuidado de los procesos de producción, buscando asegurar la calidad de cada producto creado para que sean perdurables y sostenibles a lo largo del tiempo.” - Pía Rey para Vogue México, 2020.
En definitiva, nos permite entender la moda desde la calidad.
Si bien la moda local no es sinónimo de moda lenta, ambos conceptos incorporan ideas y acciones que pueden ser complementarias. Pero hay que ser cuidadosos con lo que predicamos. La clave es entender que aquello made in Chile no implica necesariamente que sea sostenible.
¿Por qué preferir la moda local?
Ojo, no se trata de comprar por comprar. Hablamos de preferir como sinónimo de mantener estas opciones dentro de tu radar. Así, cuando llegue el momento en que realmente necesites comprar, tengas alternativas valiosas a las cuales recurrir.
A nivel productivo, la moda local tiene implicancias en el fomento de la economía local precisamente porque necesita de mano de obra local. Además, el hecho de que algo se produzca y venda en el mismo país reduce la distancia de traslado en comparación con una exportación, y así también la huella de carbono que eso conlleva.
Otro punto importante es la trazabilidad. Resulta valioso poder entender qué ocurrió con una determinada prenda antes de que llegara a mis manos. No se trata únicamente de responder a la famosa pregunta “¿Quién hizo mi ropa?”, sino que involucrarnos como consumidores en lo que respecta a proveedores y producción. Es complejo, pero hacia allá estamos apostando.
La moda local nos pone en contacto con la cultura. Cuando preferimos aquello hecho en nuestro territorio estamos también rescatando y potenciando el oficio de manufactura textil. Preferir local significa que valoramos el proceso, aunque no lo veamos, tanto o más que el resultado. (Spoiler alert: este punto es mi favorito!)
Y por qué no, podemos construir una valiosa vitrina para potenciar el talento de todas aquellas personas que han aprendido del oficio textil.